Semana Santa en tu consola

Domingo de Resurrección

Hoy se acaba la Semana Santa.  Además me he cuidado muy mucho de no cometer excesos ayer y me encuentro despejado y descansado. Tengo ganas de divertirme. Hoy daré otra paliza a la consola. Desde la paranoia del viernes, no he vuelto a tocarla. Aún no sé cómo me pasó aquello.

Hoy tengo el cuerpo jotero y la moral por las nubes, así que lo mejor será aprovechar este estado de ánimo para retomar alguno de los juegos más agresivos. Hoy machacaré el Killzone 2. Que tiemblen los Helghast que hoy Templar lleva el ingenio agudizado y las armas bien cargadas. Cómo pasa el tiempo. Sin darme casi cuenta he echado toda la tarde jugando, pero ha merecido la pena; creo que estos bichos no darán guerra en una temporada. Pero si algo ha sido realmente fantástico hoy, ha sido jugar en la Zona de Guerra y haber conseguido liderar a la treintena de soldados que jugaban en ese momento.

Ha sido mi pequeño momento de gloria, como cuando, hace una semana, era recibido entre vítores de entusiasmo. Hoy ha sido mi resurrección personal, he vuelto a creer en mi y he regresado para demostrar que, tras la oscuridad, apatía y depresión de los últimos días, casi como un muerto, he resurgido de mis cenizas para recuperar de nuevo la confianza en mis juegos. Misión cumplida. Y mientras en la calle, una soberbia banda toca con fuerza una marcha militar.

Nazarenos de todos los colores acompañan los Palios. Al frente, el Cristo resucitado se alza victorioso mirando desafiante al horizonte. Tras él, la Virgen de la Alegría, la madre invadida de alborozo y entusiasmo por la recuperación de su hijo, preludio del fin de la Semana Santa. Mientras observo la imagen, sonrío. Al final, mi propia existencia ha tenido su Semana Santa particular, llena de todas las emociones que representan estas fechas. El aroma de unas torrijas pone fin a la fiesta.