Semana Santa en tu consola

Reportaje

Página 2

09/04/2009 03:20

Domingo de Ramos

Hoy, sin duda, es el día de la Consola; para mí y para muchos otros. Quizás sea el día de la semana que más horas netas de juego se logran. Las tareas del día son muy claras: sillón y mando. Una tremenda resaca de ayer ha conseguido hacerme olvidar mi fracaso del viernes. Además, hoy tengo planes estupendos para disfrutar aún más de este fascinante hobby. He conseguido reunir, a través de Facebook, Twenty y Nettby, a una auténtica marejada de forofos de las consolas, a los que he convocado hoy a una batalla triunfal por esos mundos virtuales de la red.

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En honor a ello, hoy me he quitado el pijama (algo excepcional un domingo)  y me he puesto el traje de camuflaje para que no falte detalle. Los nuevos mapas de Call of Duty serán los escenarios donde todos combatiremos. Una vez conectado, inicio mi estrategia yendo a visitar algunos lugares donde extender mi discurso triunfal y conseguir adeptos que estén dispuestos a seguirme. Debo lograr extender mi palabra por tantos escenarios como pueda y así asegurar el éxito de mi misión. No es tarea fácil; algunas facciones escondidas en las ruinas de estos poblados se intentan adelantar a mis movimientos y van provocando reacciones adversas a mi persona, generan odios hacia mi y hacia mi discurso.

Una encrucijada de sentimientos encontrados sobrevuela los campos de batalla. Comienza el combate. Mientras intento evitar que la sangre sea la protagonista de esta campaña, observo la actitud de algunos de los jugadores. Valientes muchachos que entregan su vida cuando observan que puedo estar en peligro, producen en mi un sentimiento de gratitud infinito. Traidores superados por el miedo a defender lo que creen se están convirtiendo en aliados de los enemigos a cambio de mal savar su vida.

En general, entrega y valentía en un escenario, tan real, que bien podría ser una escena bélica de las muchas que aún se repiten en el mundo. Tras más de seis horas de combate y muchas vidas perdidas, conseguimos alcanzar la victoria. Para celebrarlo, indico a todos mis hombres que se reúnan bajo las ruinas del viejo Museo para agradecerles a todos el esfuerzo. Cuando llego al lugar, contemplo atónito una formación de dos filas que se disponen a flanquear mi paso, en un homenaje nada merecido pero que reconozco me emociona. A mi paso, los fusiles y escopetas son agitados al aire como si fueran varas o ramas.

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No se escuchan más que las voces de los soldados gritando su júbilo. En la calle, colándose por mi ventana abierta, suenan cornetas y tambores. Qué ironía. Al mirar por la ventana contemplo, como si estuvieran representando nuestra celebracion, una procesión de más de 200 nazarenos que caminan en dos filas agitando hojas de palma alrededor de los Palios que acompañan. Junto a ellos, su propia legión de seguidores que, con ramas de olivo y palmera, muestran su júbilo.

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