Análisis Steel Battalion: Heavy Armor

Corre el año 2082 y un escuadrón norteamericano viaja a Nueva York para tratar de recuperar terreno y expulsar al invasor. Los vehículos de guerra han tenido que redefinirse y el rey de la pista es el tanque vertical (VT), un poderoso vípedo que funciona con vapor y sistemas hidráulicos y que ofrece una gran potencia de fuego. 

Con Heavy Armor viviremos algunas batallas de lo más épico

Nosotros manejaremos al Sargento Powers y tendremos toda una tripulación a nuestro cargo en uno de esos tanques, cada uno tendrá un propósito (cargar munición, avisos por radio, controlar el cañón de cada flanco...), una labor dentro de la enorme mole de acero pero no harán nada sin nuestro liderato. La sensación de trabajo en equipo estará muy presente y eso, sumido a la inmersión que provoca sentirnos dentro del tanque con personas que tienen rabia y miedo serán dos de los puntos positivos a destacar antes de meternos en harina.

La historia, sin entrar en detalles, es buena aunque no se sale del guión típico en este tipo de género, las escenas cinemáticas presentan un nivel correcto y eso es algo que se agradece. La variedad de lugares que visitaremos (playas, ciudades en ruinas, parajes desérticos...) queda empañado por la linealidad de las misiones y la gran dificultad en algunas zonas, que nos obliga a superar ciertos tramos tras el conocido método de prueba y error.

Detectame... si puedes

La idea de combinar los sticks del mando clásico para mover al bípedo de metal y controlar la cámara mientras que con gestos activamos palancas, cambiamos la vista e interactuamos con la tripulación suena realmente bien y es lo que se podría esperar de un buen control híbrido, ceder los controles de movimiento y vista al pad para obtener la precisión deseada mientras que Kinect nos permita realizar acciones como si estuviésemos realmente dentro del VT parece una gran idea que aunará en una sensación de inmersión muy superior a la obtenida si sólo nos limitáramos a pulsar botones sentado en el sofá de nuestra casa.

Si el compañero se pone tonto...puñetazo al canto