Desaprendiendo a jugar: El jugador de mente abierta

Cuando pienso en mis mejores recuerdos a los mandos de una consola o ordenador compruebo que la mayoría vienen del pasado más lejano, antes de cumplir la mayoría de edad. No quiero decir en absoluto que de mayor uno no pueda disfrutar de los videojuegos, todo lo contrario, de mayor puedes entender mejor lo que ocurre en pantalla, tiene más habilidad para hacer mil combinaciones y obtener más resultados… pero aún así algo falta.

Cuando aún no tenía barba, la entrada de un nuevo videojuego en casa era un acontecimiento singular, una verdadera alegría. Esto contrasta profundamente con hoy, hay juegos que te hacen más ilusión que otros, pero desde luego el tener varios juegos pendientes, sumado a trabajar en Blogocio (algo que me encanta, que no se malinterprete…) provoca que un nuevo videojuego sea algo rutinario, lejos de la ventana hacia un nuevo mundo que constituía antaño.

Cuando veo a los chavales de ahora, la mayoría con varias consolas de última generación en su habitación y un ordenador potente en su escritorio, junto a tantos juegos que no pueden terminar, admito que en primer lugar el niño que era antaño sentiría una gran envidia; pero el adulto que soy hoy siente que estos niños se están perdiendo una de las mejores partes de la vida del jugador, aquella en que explotas unos pocos juegos al 300%, y se quedan grabados en tu memoria para siempre, cada detalle y cada pantalla.

Algo no encaja....

Sociedad sin tiempo: Niños y adultos sin tiempo

En nuestro afán por darles de todo les hemos arrebatado el aprendizaje calmado, saboreando cada momento, y lo hemos cambiado por nuestro consumo rápido, por dejar un juego a la primera dificultad porque total, hay decenas en la recámara, por aprovechar las escasas horas de juego que nos permitían por una barra libre de consolas, ordenadores y móviles.

Afortunadamente, cada vez más padres son conscientes de esto, y tratan de limitar y controlar el juego de sus hijos. Estando en cierta tienda de videojuegos, escuché a un padre (que estaba junto a su hija pequeña) pedirle a la dependienta una Super Nintendo (esto ocurrió hace un par de años), el hombre no concebía que una niña, que quería tener una consola, tuviese que empezar a jugar con un enorme sandbox, un shooter o un juego “supuestamente destinado a niñas” con cuestionables valores. Quería inculcarle primero los plataformas clásicos, que con dos botones y una cruceta se podían hacer maravillas, o el largo etc de clásicos por los que nunca pasa el tiempo. Y regalarle los recuerdos que él tuvo cuando el tiempo y la mente cuadriculada y llena de etiquetas de un adulto no ejercía su influencia.

No quiero decir en absoluto que con las consolas de hoy un niño o un adulto no pueda iniciarse de una forma feliz en el mundillo, pero no me negaréis que la anécdota es significativa. Y más con la sobreexplotación de ciertos géneros de hoy.

¿Demasiados juegos pendientes?

Tengo amigos de mi edad a los que les gusta jugar, no son jugones, pero sí les gusta disfrutar de un buen videojuego de vez en cuando. Lamentablemente, siempre les ocurre lo mismo, me comentan que han comprado un juego por internet, porque lo vieron a un precio irresistible, el juego llega y va a la estantería, a la espera de que tenga tiempo para jugar. El día que tiene tiempo ve que el juego es largo, o que es complicado aprender los controles, y pasa mejor a otro juego de las decenas que tienen pendientes en la estantería. El resultado es que estamos “jugando por jugar” y no disfrutando lo que tenemos. Les recomiendo no comprar más juegos y centrarse en los que tienen, pero cada cierto tiempo aparece una oferta irresistible o un juego que parece la bomba que termina en esa estantería, a la espera de ser jugados en tiempos que impiden disfrutar, y la mayoría de las veces con la cabeza en otra parte.

El primer paso es reconocerlo

Y esto es algo que en mayor o menor medida nos pasa a todos. Personalmente cuando tengo que analizar un juego, evidentemente tienes unos plazos para hacerlo, no puedes estar un mes (salvo casos excepcionales), tienes que jugar de una forma intensa para pasártelo entero y probarlo todo en un tiempo razonable.

Pero lo curioso es que cuando juego “por libre” hago algo parecido, trato de avanzar al máximo, y curiosamente, mucha gente que no es analista de videojuegos también juega así. El juego por supuesto que se disfruta, pero yo siempre pido algo más.

Por todo ello, intento desaprender a jugar, siguiendo estas sencillas pautas:

Y ahora me gustaría conocer vuestra opinión ¿qué consejos le darías a un amigo que ya no disfruta como antaño para que desaprenda a jugar?.