¿Se deja de jugar a videojuegos con la edad?

Reportaje

Ya ninguno juega por vicio, sino como último recurso para evitar el aburrimiento y ahuyentar la soledad. ¿Será cosa de la edad? Os emplazo a que dejéis vuestras opiniones al respec

27/03/2010 23:00
Las comparaciones siempre son odiosas, pero me temo que en este caso es inevitable. Recuerdo aquéllos tiempos en los que yo era joven, más bien un niño. Me subí al carro un poco tarde, ignorando la existencia de la NES y descubriendo el fantástico mundo de las videoconsolas directamente en la era de los 16 bits.

Aún así, la cosa no era nueva para mí, porque venía directamente de sesiones interminables con un ordenador Spectrum. Mis primeras consolas fueron una SEGA Megadrive y una Game Boy. Llegaron juntas, de la mano, y recuerdo que el primer día que las tuve jugué hasta que me sangraron los ojos (figuradamente, claro). Desde entonces, comenzaron a tener lugar una serie de maratones de juego que rayaban lo enfermizo, con las típicas restricciones de los padres durante la semana, y con unos fines de semana que no se apagaba la consola ni para dormir. Respecto a esto, recuerdo especialmente un récord de varios días sin apagar la Megadrive por culpa de un juego llamado Kid Camaleon, del que no se podían guardar las partidas y que jugabas y jugabas y jugabas y nunca llegabas al final. De hecho, en el colegio corría el rumor de que el juego era infinito. Nunca lo supe con certeza.

Consolas

En cuanto a la Game Boy, ríete tú de los móviles hoy en día. Esa consola me acompañaba a todas partes, hasta al colegio (a escondidas, eso sí), y cualquier momento era válido para echar una partida rápida. Tenía muchas restricciones, y había que aguantar las risas de compañeros que tenían una Game Gear, pero lo cierto es que el catálogo de juegos que tuvo la Game Boy fue brutal, y me dio tantas horas de diversión que sería incapaz de contabilizarlas. Pero la cosa no quedó ahí. En aquellos tiempos el movimiento de intercambio de juegos era tan fluído como el de cromos, por lo que siempre había juegos nuevos con los que disfrutar infinidad de horas. Además, la cosa no se quedaba ahí, y más de una vez intercambié mi Megadrive por una Super Nintendo, con la consecuente pérdida de noción de la realidad durante una temporada. Esta fue mi experiencia, similar a la de mi hermano, que compartió todos esos momentos conmigo, y similar a la de mi generación. Hoy en día, si vemos a chavales de la misma edad que tenía yo por entonces, la situación es parecida. Cambian las consolas, cambian los juegos y cambia la mentalidad, pero lo que es el vicio y la dedicación sigue siendo la misma. Con esto, llego a la conclusión de que cuando se es niño, la consola le vuelve a uno loco, y lo digo en el buen sentido. Pero, ¿qué ocurre cuando el niño va creciendo?

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