Especial Halloween: ¿Qué les asusta a los de Blogocio en un videojuego?

Para Nacho Alquezar, Redactor Jefe de Reset, la escena más terrorífica fue de...

De pequeño era miedoso tirando a jiñao. Me daba miedo practicamente todo, incluso algunos anuncios de la tele con demasiados colores o música estridente hacían que echara a correr como si se me fuera la vida. Siendo ya un poquito mas mayor no había cambiado mucho la cosa, una vez estando en las ferias mi padre me montó en la típica casa del terror, no sé que cara me vería, pero el señor feriante que daba paso a los carritos se negó a dar paso al mio y pidió a mi padre que me bajara. En fin, quien me iba a decir a mi, que muchos años después, en mi primera consola comprada con el sudor de mi frente, iba a disfrutar como un animal con el primer Silent Hill. Era la primera vez que pasando verdadero terror estaba disfrutando como nunca, por fin había conseguido superar mi miedo a lo desconocido y me estaba gustando.

Tanto fue así que la siguiente generación me la compre prácticamente por esta saga. Lo primero que me jugué en PS2, fueron los Silent Hill dos y tres prácticamente seguidos, para el cuatro tuve que esperar un tiempo y aunque al principio se me atragantó al final me acabó atrapando.

Pues bien, la anécdota que os quería contar sucedió una noche mientras jugaba al Silent Hill dos, porque toda esta saga me la he pasado jugando por las noches, con el volumen alto y simplemente el resplandor que emitía la tele de tubo. Recuerdo que estaba intentando subir a la azotea por algún motivo, a todo esto el hospital ya estaba mas oxidado que Bender cuando dejó alcohol, la radio siempre tenía esa interferencia que indica que hay presencias cerca y para colmo me quedaba muy poca vida y por alguna extraña razón no llevaba ni una maldita bebida isotónica que llevarme al cuerpo. A todo esto no sabia que tal estaría Maria, que la había dejado reposando en una habitación antes de que la realidad en la que estaba se fuera a la mierda.

Hice de tripas corazón y pese a que me quedaban dos toques escasos me dedique a abrir puertas a ver si por algún casual alguna de esas habitaciones era el remanso de paz que estaba buscando en el cual curar mis heridas, craso error.

Todas y cada una de las habitaciones estaba plagada de enfermeras del averno y ni rastro de un maldito botiquín.

Era tarde y además tenía los nervios a flor de piel por el ruido poco tranquilizador de la maldita radio, quería acostarme pero no lo podía dejar, "pruebo una puerta mas", pensé, "si no veo botiquín y suena la radio lo dejo" Así pues, abrí la siguiente puerta y la radio comenzó a echar humo mientas tres sugerentes enfermeras diabólicas venían a por mi con intenciones oscuras. Salí corriendo todo lo rápido que podía, porque estaba prácticamente muerto y aún no se como, llegué a un punto de guardar, salvé y apague la consola.

Aún cuando me acosté tenía el pulso a cien poco hora, pero mientras cerraba los ojos sabía que por muchas pesadillas que tuviera esa noche al día siguiente volvería a visitar ese pueblo llamado Silent Hill.